Magicas Bodas




Una boda es una ceremonia religiosa o civil, mediante la cual se celebra el comienzo del matrimonio. Generalmente una boda es un rito que formaliza la unión entre dos personas ante una autoridad externa que regula y reglamenta el procedimiento, el cuál genera compromisos contractuales entre las partes.[1] La ceremonia se compone de varias partes, que pueden variar dependiendo del rito, aunque las más comunes son: la presentación ante la autoridad (sacerdote o juez), manifestación expresa de los novios por constituir la relación contractual, el intercambio del anillos y los votos nupciales.[2] "Algo viejo, algo nuevo, algo prestado o usado y algo azul". En la supersticiosa Edad Media se decía que en la boda era de buena suerte usar: algo viejo, que simbolizara la conexión de la novia con su pasado y representaba la continuidad de su matrimonio (solía ser alguna joya de la familia); algo prestado, que se refería a la creencia de que la felicidad se podía atraer usando algo de una amiga que fuera feliz. Lo prestado simbolizaba la amistad, el obtener la felicidad por préstamo (solía ser una joya o simplemente un pañuelo); algo nuevo, porque producía esperanza por un futuro óptimo; algo azul, ya que ese color representaba la fidelidad de los contrayentes (solía ser la liga en la pierna de la novia; en los Estados Unidos la liga azul de blonda era considerada un símbolo de virginidad). En pueblos supersticiosos de la Edad Media (y también en la familia real inglesa actual), aunque la pareja ya viviera junta, la noche antes de la boda debían pasarla cada uno en su casa o en casa de sus respectivos padres. Desde tiempos remotos, para alejar a los malos espíritus es costumbre hacer ruidos fortísimos (por ejemplo, en China hacían explotar bombas de estruendo). Esa costumbre se mantiene en la actualidad en algunos países de Occidente, en donde los novios hacen sonar la bocina de su automóvil y hacen mucho ruido. El tirar arroz (u otros granos) después de la ceremonia de la iglesia representaba la semilla, la descendencia.[3] El novio y la novia deben ponerse una moneda en sus respectivos zapatos para atraer la buena fortuna. Sin embargo, según las creencias hindúes, existe un lugar en el infierno reservado a quien ultraja de esa manera a Lakshmī, la diosa de la fortuna (representada por las monedas).[4] El novio no debe ver a la novia ni a su vestido antes de la ceremonia. Se cree que si el novio ve a la novia con su traje nupcial el matrimonio sería una pesadilla. El novio debe llevar la corbata correctamente puesta, ya que si la lleva torcida significa que le sería infiel a la novia. El color del vestido de novia representa una tradición: El blanco es la asociación popular, pero en su origen el color blanco del vestido de la novia era un símbolo de poder económico y de status social, ya que el poder obtener un vestido blanco con las características típicas del vestido de novia, es decir, mucha tela, calidad, adornos y demases, valía mucho y por ende no era fácil de conseguir. El amarillo —que es común en muchos países como Estados Unidos e Inglaterra— se identifica con el dios del amor y la abundancia. El rojo cuando la novia no es virgen. Realmente puede utilizarse cualquier color excepto el negro (que se utiliza como prenda de luto) sin embargo si se trata de una boda según los estándares de lo Gótico englobados en aquella subcultura y el misticismo oscuro podría ser valida puesto que la pareja tiene intereses en común en dicho estilo. Originalmente, la novia usaba el velo como símbolo de juventud. Las novias católicas lo utilizan como símbolo de pureza. Debido a esto, en ocasiones la novia lo elige de dos capas, para llegar al altar velada y que el novio la desvele cuando le es entregada por su padre. O algún familiar (como un abuelo) cercano si éste ha fallecido. En la cultura occidental es una costumbre que el velo de la novia y el vestido sean blancos, pero esto no siempre ha sido así. En algunos lugares se han utilizado, para el velo, los colores amarillo, azul y negro en honor a algunas personas o dioses: Amarillo: himen intacto. Azul: la Virgen María. Negro: Mahoma. Las flores representan emociones y mérito; conllevan un mensaje de fertilidad, florecimiento y generosidad. La superstición dice que la afortunada que atrapa el ramo de la novia tendrá suerte y será la próxima en casarse. La alfombra roja que se coloca en la iglesia a la entrada del cortejo, representa honor y respeto. Los pétalos que los pajes avientan abriéndole camino a la novia simbolizan un futuro dulce y pleno. La Marcha Nupcial es un himno que tradicionalmente se reproduce al momento de la novia ingresar al altar o lugar de la ceremonia. Su uso está extensamente masificado en países de occidente. El autor de la Marcha nupcial fue Felix Mendelssohn y la obra forma parte de El sueño de una noche de verano, escrita en 1826 a partir de la obra homónima de William Shakespeare. La tradición de tocar la marcha nupcial comenzó con la boda de la princesa Victoria de Sajonia-Coburgo-Gotha con el príncipe Federico III de Alemania. Victoria, gran aficionada a la música, eligió ella misma las dos marchas que iban a sonar en su boda: la Marcha nupcial de Mendelssohn y la Marcha nupcial de la ópera Lohengrin de Wagner. Desde entonces, esta tradición se ha convertido en una de las más seguidas. También puede ser utilizada como marcha nupcial la compuesta por Mozart, que aparece en su ópera Le nozze di Figaro. Aunque es muy poco frecuente, muchos novios la prefieren para su celebración debido al carácter más alegre de su melodía. Por otra parte, el propio hecho de que ésta sea menos frecuente es un aliciente que atrae a no pocas parejas.[9] En la Edad Media las novias trataban de casarse la noche de la luna llena porque creían que serían bendecidas con fertilidad y abundancia económica. Los lunes eran considerados días buenos para casarse, porque desde la Europa prerromana el lunes era el día de la Luna, la diosa madre. Esa tradición luego la tomarían los romanos. El refrán "en martes no te cases ni te embarques" (en algunos lugares "en martes ni te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes") proviene de la Antigua Roma. Marte era el dios de la guerra, por lo que los romanos pensaban que el martes (el día dedicado a ese dios) era un día propicio para desgracias, catástrofes y sangre. Entonces, para tener una convivencia pacífica se prohibió viajar y casarse un día martes. El viernes era el día consagrado a Venus, la diosa de la belleza y el amor. Ella se encargaría de que el cariño de los novios fuera duradero. El domingo era un día bendito en la Europa prerromana, pues era el día consagrado al dios Sol. Los romanos lo llamaron domínicum, por dómine, señor, 'dominador', dios). Se suponía que el dios Sol derramaría salud, alegría y abundancia sobre los esposos. No había que casarse en enero (época de muchísimo frío y carestía en Europa), ya que tendrían escasez económica todo el resto de su vida. Esta superstición se basa en la creencia de que la época en que se genera un proyecto influye en su desarrollo.[3]





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